Hoy, en «Las divertidas aventuras de un diseñador en apuros…»: cómo defender un proyecto de diseño en el que ya no crees. Lo sé, con ese título puedo hacer una telenovela, vender los derechos y retirarme a una isla paradisíaca a vivir: “Yo no quería utilizar Comic Sans, Luis Fernando, el cliente me ha obligado. ¡YO NO QUERÍA!”.
Dejando de lado el drama, estoy seguro que alguna vez os ha pasado que han propuesto un proyecto de diseño que parece chulo, os motiváis y sacáis una idea que pondría a temblar al mismísimo Steve Jobs, la presentáis al cliente y…¡la compra! Le ha encantado, le parece super chula, innovadora y que quiere tirar adelante pero antes os pide que le paséis un PDF con la idea para “darle una vuelta y deciros algo en un par de días…”.
¿Vosotros también lo habéis sentido, verdad? El sudor frío, la piel de gallina, los recuerdos de Vietnam…
Efectivamente, el proyecto de diseño va a dar más vueltas que un tiovivo. Y así, compis, empieza una etapa de toma y daca (siempre de buen rollo) con el cliente: él proponiendo cambios y tú haciendo malabares para añadir lo que pide sin que acabe pareciendo un cuadro cubista. Así te puedes tirar semanas. Si te descuidas, hasta algún mes. O varios meses.
Pero relax: no estás sol@. De hecho, el equipo de Visual de Sinapsis tenemos una reunión cada jueves a las 12 llamada “La Llorería” dónde, básicamente, tienes tu minuto de gloria para acordarte de ESE cliente que te está mareando.
Bromas aparte, es un proceso, bajo mi punto de vista, un poquito tedioso. Especialmente si se dilata mucho en el tiempo. Al final llegas a ese punto en que el proyecto no se parece en nada a lo que tú habías planteado en un principio, pero tienes que seguir trabajando en el proyecto y, lo más importante, tienes que seguir creyéndotelo.
¿Y ahora qué? Pues ahora, compi, toca arremangarse y trabajar. Es muy fácil ganar la carrera cuando tienes el coche más rápido pero aquí no sólo eres copiloto sino que encima tu piloto no sabe conducir.
¿Recomendaciones? Habla mucho con el cliente. Mantén todas las conversaciones que puedas con tal de entender bien qué es lo que está buscando.
Si puedes, esboza ideas delante suyo. Moldea sus ideas «in situ» para que vea por dónde vas y te diga si es eso lo que está esperando o no. Sólo esbozar lo necesario para llegar a buen puerto. Luego, con más tranquilidad y tu música de fondo, ya le darás tu toque.
Y, para los casos en que se tuerce y te obligan a poner el fondo verde fosforescente y la tipografía en amarillo, en mi caso intento dejar de defender mis ideas, hacer lo que me piden (de perdidos al río) y centrar mis esfuerzos creativos en UN ÚNICO ELEMENTO del que me sienta orgulloso. Ya sea la cabecera, hacer una animación para la barra de búsqueda o un degradado en un popup. Esa es mi pequeña victoria.
No obstante, a veces, y sólo a veces, salir de nuestra zona de confort a golpes puede aportarnos ideas nuevas; puntos de vista que, si no hubiese sido por ese cliente pesado, no hubiésemos llegado a ver.